Ecos

2012

La música ha sido mi fiel compañera desde la niñez, recuerdo aún siendo pequeño, tener una gran pasión por ella. Algunos de los presentes más gratos que recuerdo son los primer cassetes y cds que me regalaron mis padres, de los Beatles por supuesto. Durante la adolescencia, la música fue mi refugio y a la vez una herramienta para explicar e incorporarme a un mundo que no lograba comprender. Fue en esa época de transición en que comencé a comprar cassetes “piratas” con portadas impresas en hojas recicladas, en parte porque los sonidos que estaba conociendo se manejaban en un mercado alternativo, por lo que se dificultaba adquirir material original a precios accesibles y en presentaciones decentes.

Al poco tiempo el death rock y la música etérea comenzaron a salir a la luz en la ciudad, en formato de CD, con precios relativamente posibles. Es en ese entonces cuando comprar cds se convirtió en un hábito, que luego se volvió una ligera obsesión.

Desde entonces, de manera significativa, la música ha sido punto clave para construir mi personalidad.

En una época de conflictos internos en la que al caminar me sentía como un fantasma, deje de encontrarle sentido a la música, las personas me resultaban completamente lejanas. Dejé de sentir empatía por el prójimo.  Estaba varado en una situación de sin razón. Para encontrarme  sentido, o por lo menos para pasar el rato, decidí regalar la colección de música que por más de 10 años había preservado  de manera celosa.

Mediante una convocatoria en redes sociales, invité a propios y extraños para intercambiar un CD de mi colección,  a cambio de retratarlos  en un espacio íntimo de su hogar.  El álbum, el lugar y la pose  ellos los decidían. Quise realizar una serie de retratos haciendo a un lado la dirección de las personas, para que pudieran salir como más libres se sintieran.

Necesitaba entrar en contacto con otros seres y así alejarme de la indiferencia. 

A través de este proceso busco descubrirme dentro de los otros, que aunque algunas veces completos extraños, sé que existe un hilo conductor, un vaso comunicante a través de un lenguaje universal como lo es la música. Así puedo recordar que eso mismo que me hace distinto/distante,   a la vez me posibilita permanecer, dando indicios para sentirme menos gris.